Imperdible: Insides - "Euphoria" (1993)

Hay un capítulo interesantísimo en el libro Music and Technoculture (VV. AA., 2003) que toma como ejemplos la música de Björk en Homogenic y la de Madonna en Ray of Light para desarmar la estricta categorización de la tecnología como algo masculino (frío) y la naturaleza como algo femenino (cálido) con la que topamos habitualmente en la cultura occidental. Dice que aunque ambas artistas "tienen diferentes razones para sintetizar la naturaleza y la tecnología (y distintas formas de hacerlo), las dos contribuyen a desmantelar esa dicotomía que se da en la música popular haciendo uso de la electrónica de un modo inusual". Se cita entonces a Björk indicando que no se puede determinar que la música realizada con máquinas sea fría, porque el alma la tiene -y la pone- el compositor no el instrumento; y a Madonna declarando que su objetivo al trabajar con William Orbit era llenar el vacío emocional que se encontraba a menudo en la música electrónica que escuchaba. Euphoria, el primer disco del dúo Insides, es un trabajo pionero en la misión de romper el estereotipo fraguado en la década de los 80 sobre la frivolidad y la seriedad imperturbable de la música hecha con secuenciadores y sintetizadores, siempre opuesta a la firme y casi exclusiva asociación de "emociones genuinas" a la música hecha con instrumentos orgánicos. Este es un disco de alcoba donde los roces en la intimidad y la introspección se materializan a través de los loops y las programaciones con un resultado sobrecogedor que tira por tierra teorías tan simplistas, sonando vigente y moderno al escucharlo hoy por su cuidada selección de sonidos desnudos y porque su luz se proyecta en la música de muchos grupos de última hornada apuntados a la regeneración de la etiqueta dream pop. 

Grabado en Edimburgo entre julio y agosto de 1993 y publicado en noviembre del mismo año por el sello británico 4AD (a través de su efímera subsidiaria Guernica), Euphoria descolocó por su pronunciada personalidad. A Insides se les nombraba en informes de artistas que estaban afianzando la nueva cultura rave y de electrónica minimalista como The Black Dog o One Dove a la vez que en reportajes sobre bandas como Seefeel, Moonshake o Pram que disolvían en divisiones con residuo el concepto tradicional de música de guitarras (lo que se conoció como post-rock). No tenían claro dónde encajonar su sensibilidad y sus hallazgos, pero en algo estaban todos de acuerdo y es en el hecho de que Julian Tardo (programaciones, piano, guitarra) y Kirsty Yates (bajo, voz) estaban inventando, mirando hacia delante sobre territorio prácticamente virgen. 


"Odio a los amantes / odio la manera que tienen de ir por turnos al baño / después de follar". A la escucha de estas palabras ya le preceden dos temas, pero por si no habías pillado el hilo todavía, 'Darling Effect' abrevia y endurece con ese verso la tensión pasivo-agresiva que bucea bajo la aparente suavidad ambiental de las canciones de este álbum. Yates frasea a menudo como la Björk que retrasa el clímax de las canciones en las estrofas, con ese tono de confesión medio retraída, pero ella nunca llega a estallar en un estribillo; su voz avanza en líneas rectas besando el suelo, melancólica (ver también 'Bent Double'). Pequeñas programaciones glaciares conversan con goteos de piano y las lamidas de una guitarra dilatada. La coda, con la absorta repetición del verso "¿En qué piensas cuando estás solo?", hace que nos preguntemos si estamos realmente tranquilos sin compañía. Kirsty y Julian tenían un notable historial juntos antes de componer Euphoria, como parte del grupo Earwig (un proyecto nada reñido con Insides, más bien la versión cruda de lo que embellecerían aquí) y también como pareja sentimental. Cuando Kirsty compuso las letras para el disco habían decidido romper durante un tiempo; sus ansiedades y anhelos sexuales, sus remordimientos y templados reproches ("¿Debería dejar que me asediara la necesidad de reproducirme antes de los treinta? / ¿Cuánto, cuánto tiempo hasta que esté muerta de cintura para abajo?") llenaron sus cuadernos e hicieron de estas canciones algo único y explícito de manera poco obvia. La repetición dirige a las partituras: síncopas rítmicas entre insectos ('Relentless'), piel y raspas (la voz se pasea coqueta y lenta sobre un fondo mínimo y jazz en 'Yes'), estímulos musculares en forma de bossa-nova pintada de house con Plastidecor ('Distractions') y hip-hop entre destellos de coral en el fondo del mar ('Skin Divers'), el sonido de una pesadilla desnudo en medio de una urbe desenfocada ('Skykicking')...

"Quería hacer algo melódico. Algo inspirador. Algo devastador. Algo que tuviera un toque ligero. Algo que resonara. Algo triste. Algo con absoluta alegría. De niña, recuerdo (...) cuando comíamos golosinas. A la vez tenías una sensación de dolor a los lados de la cara, entre la mandíbula y hasta dentro de las orejas (...). Eso es lo que quería de la música".
Kristy Yates, 

En 'Walking in Straight Lines', una canción sobre nuevos comienzos que abre el disco con sabor de minimal tecno etéreo y visceral, dice: "¿Cuánto más podría mantener tu atención? / ¿Esperarías otra semana, un año, cinco años? / Me parece que tienes demasiado tiempo en las manos / Gracias por esperar / Empezaré ahora / Una hora / despacio". El título Euphoria no deja de ser irónico. Las manos sobre el vientre en la fotografía de la portada, ¿son las propias o las de otra persona? ¿Está ligeramente encogido por una sensación de congoja o por el temor ante el inminente contacto físico en una zona erógena? Quizás no debería preguntarme si es una cosa o la otra; quizás no debería plantear dicotomías como la de la tecnología y la naturaleza; probablemente Euphoria sea ambos: esa irremediable sensación de congoja ante el inminente contacto con otra persona, tantas veces deseado. O en otras palabras: el temor a entregarse. 

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