Imperdible: The Breeders - "Pod" (1990)

Miles de personas descubrirían a los Pixies a los trece años como yo. En mi caso fue cuando ya se habían separado y se publicó el primero de sus recopilatorios, Death to the Pixies (1997); lo encontré en una edición limitada muy bonita que compré a pesar de no conocer casi nada del grupo: solo había visto el videoclip de 'Debaser' que lo promocionaba; había leído una entrevista extremadamente seca con Frank Black (voz, guitarra) en la difunta revista Factory; y había escuchado uno de los conciertos que dieron en España a principios de la década dentro de las reposiciones que programaba Jesús Ordovás en Radio 3 cuando llegaban las navidades. En la misma época tocaba con un compañero del instituto en un eterno proyecto de grupo; yo grababa unas baterías (bombo y caja que me habían prestado) y sonaban en cinta de casete debajo de algunas composiciones propias y versiones vergonzantes de Nirvana, Hole y The Killer Barbies. Gracias a Pixies tuve un modelo más complejo para aprender e imitar y repasando el árbol genealógico de la banda pronto cayeron bajo mi radar Belly, Throwing Muses y por supuesto The Breeders. Death to the Pixies me encantaba entero pero es verdad, era 'Gigantic' -el único tema que cantaba Kim Deal- el que más me gustaba, lo mismo que todos sus apuntes melódicos por debajo de Black Francis en canciones como 'Dig For Fire' o 'Gouge Away'. Descubrir que Kim llevaba el peso vocal y compositivo en The Breeders (y por extensión, en The Amps) fue una alegría, y pronto encontré escondido en una tienda Last Splash (1993), el disco que disparó al grupo al estrellato indie de la quinta 93-94 gracias al single 'Cannonball'. Last Splash se desarrollaba encontrando texturas llamativas para todos los instrumentos en cada canción pero resultaba poco coherente en una escucha completa. Pod (1990), que me descubrió mi compañero de grupo gracias a una cinta de casete de su hermano, era todo lo contrario. Su solidez me impresionó.

Aunque Kim Deal (guitarra, voz) y su hermana Kelley ya habían actuado como dúo bajo el nombre de The Breeders a finales de los años 70, la idea de la banda que conocemos surge una noche de verano de 1988 en el club Axis de Boston (Massachusetts) después de un concierto de The Sugarcubes, cuando Kim y Tanya Donelly (guitarra, voz; miembro de Throwing Muses) pactan componer juntas una canción de música disco, hazaña en la que admitieron fracasar pero que sirvió como excusa para inaugurar un proyecto donde dar cabida a su creatividad fuera de sus respectivos grupos madre: Deal ya empezaba a tener problemas de comunicación con Black Francis, y Donelly no colaba nunca más de dos canciones en cada disco de Throwing Muses. Con la ayuda de un total de cuatro baterías y la colaboración de Carrie Bradley (violín) y Ray Holliday (bajo) grabaron una docena de temas con tonos naïf, acústicos y country que no hacía sospechar el vuelco hacia el pop-punk que darían en poco tiempo. Sin embargo, la sola idea de una colaboración entre Kim y Tanya entusiasmó al jefe del sello 4AD y quería publicar un disco suyo cuanto antes. Con la incorporación oficial de la británica Josephine Wiggs como bajista (entonces también en Perfect Disaster), pero todavía sin un batería, The Breeders programaron la grabación de su primer álbum para diciembre de 1989 en Escocia con Steve Albini, que había producido Surfer Rosa de Pixies. Fue él quien les recomendó contar con Britt Walford (de la banda Slint) como batería, que aparece en los créditos del álbum como Shannon Doughton para preservar el mito de que se trataba de una banda íntegramente femenina, según la idea original de Kim "como las Bangles del infierno". La grabación duró a penas dos semanas según el método habitual del señor Albini: todo primeras tomas, capturando el sonido de la banda en directo.


Pod destila una sensibilidad quizás espinosa pero su dureza siempre está conectada a cierta vulnerabilidad. 'Glorious', una pieza que se sustenta en una línea de bajo tenebrosa, da inicio al álbum con Kim narrando el placer de tener tiempo libre con ese deje sarcástico que no puede evitar (no sé si leer un guiño a la tensión en Pixies: "Contener la respiración tres años más / estar por mi cuenta los sábados / es glorioso"). La mezcla de Albini es homogénea durante todo el disco, dejando el bajo y la batería contundentes en el centro y el rasgado de las guitarras bien diferenciado de manera alternativa entre el canal izquierdo y el derecho: la guitarra acústica sucia de Deal por un lado, puntualmente llevada al borde del feedback; y por el otro, un soberbio trabajo de expresionismo por parte de Tanya Donelly, que siempre sorprendió con su capacidad inventiva en Throwing Muses y que tiene en este disco la primera muestra seria de su evolución: sus punteos, en vez de confundir con múltiples y frenéticas partes, definen de manera concisa su naturaleza melódica, algo que depuraría aún más en el próximo álbum de Throwing Muses The Real Ramona (1991).


Pod es una rareza que atrae al oyente con los elementos que deberían repelerle. Deal envuelve las letras en un cripticismo simultáneamente mugriento y bello, cómoda en un territorio de perversión donde el sentido del humor es utilizado con fines desestabilizadores y sugiere retorcidas referencias sexuales. Juntos conviven el pulso pop de la breve 'Fortunately Gone' y la ilógica estructural de' Doe'; la peculiar placidez de 'Oh!' (donde el violín de Carrie Bradley tiene un papel primordial para darle ese olor a musgo en una tarde primaveral) y su lectura demencial del 'Happiness Is a Warm Gun' de The Beatles; la montaña rusa de diversión enfermiza que es 'Lime House' y el inmediato trote de 'Hellbound' (busquen en sus palabras la historia de un aborto) o 'When I Was a Painter'. 'Iris' es, de algún modo, la pieza central del álbum y la más compleja, consiguiendo un clímax épico entre las turbadoras disonancias de Donelly antes del estribillo, la voz al límite de Kim y los pasajes de calma contemplativa de las estrofas, sostenidas sobre un acorde. El feedback pantanoso del final se funde con el inicio de 'Opened', una pieza bañada en una opacidad espesa, o lo que sería la transcripción sonora del vuelo de un pájaro ciego y enloquecido. 'Metal Man', compuesta entre Kim y Josephine, pone punto y final con un aire de espontaneidad estudiada: la naturaleza acústica del tema y la conversación que tienen dos personas al fondo hacen que parezca una grabación a traición, pero no lo es más que el resto.

En Pod nada es obvio. Sus formas son pronunciadas, claras, breves y minimalistas, pero la configuración de su lenguaje esconde goteos de sustancias desconocidas en todas las esquinas. Una cumbre creativa por parte de una formación que jamás volvió a funcionar en la misma ecuación (Donelly abandonó después del EP Safari [1992], donde ya apareció de forma casi simbólica en los créditos, y entró de manera permanente Kelley Deal como guitarrista).

Para escuchar en Spotify:

Comentarios

Anónimo ha dicho que…
Aunque "Last Splash" se llevó el reconocimiento, estoy de acuerdo que "Pod" fue todo un acontecimiento. La versión que hacen del tema de Beatles es impresionante, como todo el disco.
Conocí a Kim Deal en el Karma, una vez que vinieron a tocar con The Amps; me pidió chocolate, y como no tenía, la acabé invitando a una cerveza. Encantadora...