Imperdible: The B-52's "Mesopotamia" (1982)

En mi casa no tuvimos tocadiscos hasta que yo tuve unos seis años; desde que nací hasta entonces, lo único que vi por ahí fueron cintas de cassette que solíamos llevar en los cajones de las puertas del coche, grupos como The Sugarcubes, Propaganda, Eurythmics, Laurie Anderson o Siouxsie and the Banshees. Por lo visto, había una gran colección de discos de mi padre de la que nunca me habían hablado y cuando llegó el tocadiscos a casa, uno que era de mi tío y del que nos acabamos adueñando temporalmente no sé por qué, todos esos vinilos desembarcaron junto a él en una caja tan fascinante para un crío como una hilera de colores Plastidecor por estrenar, todavía ordenados por tonos (aunque de la caja de discos lo divertido era, precisamente, su orden aleatorio lleno de sorpresas). Mi padre se dedicó entonces a grabar recopilaciones de varios grupos para renovar la banda sonora de los viajes y, entre otras cosas, sin darme cuenta me convertí en un incondicional de The B-52's a raíz de una cinta con temas de Wild Planet (1980), Party Mix! (1981) y Whammy! (1983). No era difícil para un niño: el color de sus portadas, el misterio en la expresión de cada uno de los cinco estrafalarios miembros, el fraseo monocorde de Fred Schneider (voz, percusión), la familiaridad inmediata que sentía cada vez que intervenían Kate Pierson (voz, teclado, guitarra) y Cindy Wilson (voz, percusión), lo sórdido del contexto y el primitivismo de la música, de la que eran responsables Ricky Wilson con sus personales afinaciones de guitarra y el multi-instrumentista Keith Strickland. Cuando ya necesitaba más de ellos, empecé a dar guerra para conseguir Mesopotamia (1982). Me enteré de su existencia gracias a los Discoplay que solía recortar de pequeño y di la brasa hasta que finalmente lo encontramos en una tienda de discos de Pamplona el verano de 1991, durante una visita familiar. Todos los vinilos que teníamos en casa habían dado muchas vueltas y estaban envejecidos, la tinta había resbalado del cartón de las fundas. Mesopotamia, recién comprado, cayó en mis manos en una carpeta resplandeciente. Si no me equivoco, es el primer disco de vinilo que se compró a mi nombre.

The B-52's estaban en un momento extraño en 1981. Su segundo disco les había consolidado ante el público pero a la vez les había encasillado como grupo de garage rock festivo y colorista. Presos del pánico por estancarse y alimentar lo que podría acabar siendo un cliché, especialmente Ricky Wilson y Keith Strickland, se propusieron ir más allá con la música y prestarse al cambio. Mesopotamia nació de esa intención y supuso una fuente de dilemas. Grabado a finales de 1981 y producido por David Byrne (Talking Heads), es un disco que se suele considerar menor en su discografía y que la prensa especializada declaró su creación más floja y desorientada hasta entonces. Byrne introdujo varios elementos polirrítmicos de esos con los que ya andaba investigando en Talking Heads y una sección de viento -que por otro lado ya sonaba en el disco de remezclas Party Mix! y que empezaría a formar parte de sus directos- y las composiciones no se ceñían a la música estrictamente desenfadada de las dos primeras entregas. Tras darle muchas vueltas, el trabajo se quedó en un mini-LP de seis canciones por exigencia de su discográfica Island Records (Chris Blackwell, su directivo, creía incluso que la titular era la peor canción y que no debía figurar en el disco). Fuera se quedaron cuatro piezas inacabadas: 'Big Bird', 'Queen of Las Vegas' y 'Butterbean', que serían rehabilitadas en el disco Whammy!, y una canción que nunca rescatarían, 'Adios Desonocida'. The B-52's admitieron que el repertorio del segundo álbum no fue un problema porque tenían muchas canciones sólidas que no habían figurado en el primero, pero para esta ocasión partieron de la nada. Sumado al empeño por crear algo distinto, fue un reto que se les atragantó.

Al poco tiempo de publicarse ya trascendió que ni el propio grupo quedó satisfecho con el disco. En declaraciones a la revista Rock Espezial en julio de 1983, Cindy Wilson explicaba que Byrne "añadió muchas cosas y cambió en general muchas de las direcciones que nosotros habíamos tomado", a lo que Kate añadía: "Esperábamos que él influyera en nuestro trabajo y así lo hizo. A menudo se le culpa de haber desgraciado el disco pero no fue culpa suya. Fue un experimento". Para acabar de complicar las cosas, Mesopotamia se publicó de manera distinta en América y el Reino Unido. Al otro lado del charco, las mezclas de los temas eran las que había decidido la banda, pero en el Reino Unido alguien confundió los masters y aparecieron prensadas versiones extendidas y distintas de 'Loveland', 'Cake' y 'Throw That Beat in the Garbage Can', las que yo me encontré en mi copia comprada en Pamplona. En la selección original del grupo da la sensación de que las canciones son mucho más enmarañadas y difíciles; las partes de cada instrumento y las voces se vislumbran audaces y arriesgadas, pero algo falla en las mezclas; todo suena concentrado. En la edición inglesa, en cambio, podemos apreciar mejor la vocación experimental de David Byrne con los elementos de baile (a la batería se le añaden, sutilmente por encima, palmas sintetizadas y otros pequeños detalles percusivos) y, sobre todo, un mayor protagonismo de los instrumentos de viento en las mezclas.

Ilustración de la portada y título a parte, hay algo en el sonido de Mesopotamia que evoca los menhires y la humedad de una época prehistórica. Hay una serie de arreglos infrecuentes de teclado y guitarra y un minimalismo que lo envuelve todo. Las canciones que escuchamos en versiones extendidas ('Loveland', 'Cake') respiran con el espacio que necesitan: los arreglos van apareciendo y desapareciendo sin pisarse los unos a los otros y lo que es más interesante, las tomas vocales son completamente distintas a las utilizadas en las versiones cortas. Eso es lo que hace que 'Cake' -que abría la cara B y llega en la edición inglesa a los siete minutos de duración- sea un jolgorio musicalmente tórrido mientras Kate y Cindy explican lo cachondas que se ponen ante la idea de hacer un pastel ("Extiende el glaseado entre las capas / que chorree por los lados / A quién le importa") y que 'Loveland' sea el paraíso que describe la letra durante ocho minutos frenéticos y excitantes llenos de dub e improvisación, con una Cindy típicamente desatada vocalmente y rebosante de pasión. No hay duda de que estas versiones no llegaron a América, porque de lo contrario no hubieran sentenciado tan alegremente que el grupo había perdido su sentido del humor y su intención de seguir arrastrando a la gente a la pista de baile. El resto lucía un eclecticismo nada desmerecedor: desde la brisa fresca en los pasajes oníricos de 'Deep Sleep' -una fantasmagórica Kate Pierson revolviéndose mientras sueña entre dunas- al rock más clásico de 'Nip It In the Bud'; de la queja hacia unos vecinos quisquillosos en 'Throw That Beat in the Garbage Can' (una de las dos únicas intervenciones de Fred; no en vano Pierson explicó que él no estaba muy motivado con este disco) a la riqueza estructural de la propia 'Mesopotamia', la única que han recuperado regularmente en directo desde entonces.

Cuando se reeditaron sus discos a principios de los 90, Island Records lo remezcló entero para la edición en CD donde lo juntó con Party Mix!, inflando las tomas con reverberaciones y delays en un intento por sacarle brillo, con lo que ninguna de las ediciones originales del álbum existió en otro formato que no fuera el vinilo prensado en su día durante muchos años, complicando aún más su enrevesada historia. Mesopotamia no sería un disco a recomendar como primera muestra para alguien que no les conoce, eso es cierto. Es una obra más angular y difícil que otras, pero nunca me ha parecido que el toque de Byrne les sentara tan mal, ni verdadera la afirmación de que es su disco "serio". Concedo, en todo caso, un poco de crédito para creerlo así a los americanos que escucharon su versión más recogida y claustrofóbica.


Inencontrables tras el click, y además:
The B-52's - Mesopotamia (versión americana, 1982)
disponible en Spotify

En cuanto a los descartes, la versión original de 'Queen of las Vegas' fue desenterrada en la antología Nude on the Moon, publicada por Rhino en 2002; y alguien ha desvelado sigilosamente el inédito 'Adios Desconocida'.

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